
Foto de Giuliano Abate.
Yo es que no sé qué me pasa: podría contar, por ejemplo, que esta noche veo en directo a Richard Hawley, explayarme en lo mucho que estoy disfrutando con la lectura de Michel Houellebecq, compartir mi alegría por la inminente visita de mi amigo Igor, que viene desde Holanda, o hasta confesar lo frustrante que llega a ser el ponerse a escribir por las tardes algo que tiene la remota intención de ser una novela después de pasar buena parte de la mañana leyendo a gente a la que no llego ni a la suela del zapato. Podría hacer cualquiera de esas cosas y resulta que no, que opto por hablar otra vez de periodismo. Desde luego que…
Hace unos cuantos días estuve en Algeciras, la ciudad donde nací (o, si queremos ser más grandilocuentes, la ciudad que me vio nacer) y asistí a un nuevo tsunami en el sector. Ocho compañeros de Europa Sur, el diario en el que eché alguna que otra hora de mi tiempo (trece años, para ser más exactos) se van a la calle, como poco antes nos había pasado a quince del Granada Hoy o a un puñado de El Día de Córdoba, como está a punto de pasar, si es que no ha pasado ya, con otro puñado bastante más numeroso de El País; como, según se barrunta, ocurrirá más pronto que tarde en Canal Sur, como cerró La Opinión de Granada…
En fin, nada nuevo bajo el sol. Que el periodismo se desangra ya lo sabemos y lo único que se me ocurre decir, llegados a este punto, es que ni siquiera nosotros mismos, los que estábamos y los que aún quedan dentro, hicimos/hacemos gran cosa por taponar la herida. Tengo la impresión de que en una profesión más corporativa que la nuestra (es decir, en todas o en casi todas) las cosas habrían sucedido de otra forma, el drama habría sido menor. Aunque no nos abramos en canal tampoco, que los auténticos culpables son otros.
¿Por qué no salen a la calle y se fijan en cuánta gente lleva un diario debajo del brazo?
Hubo un detalle que me hizo reflexionar, y fue que, estando aún en Algeciras, cayó en mis manos un ejemplar del Europa Sur que llevaba una importante errata en la portada, errata que casi automáticamente achaqué a la circunstancia lógica de que la calidad por fuerza se tiene que resentir si se tiene que hacer el mismo producto pero con mucha menos gente. No sólo en ese medio, sino en otros muchos, vengo observando desde hace tiempo fallos ortográficos que antes no había, fallos que en algunos casos son impropios de un periódico con enjundia, que ruborizan.
No quedó ahí mi reflexión, sino que la relacioné con algo que creo que casi todos los que estamos en el sector hemos pensado en alguna ocasión: el periodismo diario escrito se muere sin remisión. Si enlacé lo uno con lo otro fue porque pensé que una errata, aunque sea de dimensiones bíblicas, se corrige fácilmente en la edición digital y como mucho permanece expuesta hasta que alguien se da cuenta, mientras que si está en la impresa su huella sólo la borrará, con suerte, la llegada de un nuevo día y un nuevo ejemplar en la calle. Un periódico tiende a hacer olvidar el del día anterior.
Siguiendo ese hilo, continué: si no hay que esperar un día para olvidarse de una errata, ¿por qué sí hay que hacerlo para enterarse de lo que pasa? ¿No es absurdo, en realidad, que para leer qué ha dicho Rajoy en el Congreso un jueves por la mañana sobre los presupuestos haya que esperar hasta el viernes por la mañana? Sí, vale, ya estoy escuchando a los partidarios del papel decir que no es lo mismo, que el periódico te aporta profundidad, análisis, sosiego… Antes de seguir por ahí, ¿por qué no salen a la calle y se fijan en cuánta gente lleva un diario debajo del brazo? Y sean aún más observadores: ¿de éstos, cuántos son menores de, digamos, treinta años? ¿No nos damos cuenta de que los que vienen quieren otra cosa, que les resulta mucho más cómodo, llegado el caso de que quieran informarse, acudir a internet, un servicio que un creciente porcentaje de personas ya tiene en su teléfono móvil?
La nostalgia no es ni buena ni mala: es inevitable. Entiendo que los que hemos crecido con el papel no queramos ver su muerte, y más aún los que nos hemos dejado los cuernos entregando páginas a toda leche para que no nos pillara la hora del cierre, pero esto es lo que hay. Con suerte, dentro de cinco años seguiremos teniendo el periódico deportivo en el bar, pero tampoco me atrevería a apostar nada.
No sé si me sirve de consuelo, pero esta nueva situación (líbrenme los dioses de decir «este nuevo escenario») evitará ver de nuevo una imagen que me conmovió: en una tienda de animales había unos perritos enjaulados y alguien tuvo la ocurrencia de poner sobre el suelo unos papeles de periódico para que depositaran allí sus cositas. Unos papeles que no eran otra cosa que una página firmada por servidor. En cierto modo me sentí humillado, pero también útil.
Yo soy uno de esos, algo mayor de 30 :-), que todavía va con el periódico bajo el brazo… y me estoy planteando seriamente dejarlo.
No es sólo una cuestión de erratas ni de la pérdida de calidad generalizada de los medios en papel. Hasta soy capaz de conformarme con las pocas esqueléticas páginas que dicen ser un periódico en épocas vacacionales. No ansío tan desesperadamente la inmediatez de internet, para eso ya tengo el móvil si es necesario. El problema principal está en la mediocridad de los contenidos, en la falta de objetividad en los planteamientos de las noticias, en la sumisión total a las directrices de los grandes accionistas propietarios de los medios de comunicación (http://goo.gl/8Gjbc). Sí, ya sé que hay excepciones pero ¿compensa?
El periódico en papel ha sido durante muchos años (y todavía lo es) mi fiel y único compañero en muchos de mis desayunos y comidas, no se si seré capaz a estas alturas de abandonarlo. Pero, llegados a este punto, igual tengo que ponerle los cuernos con una tablet…
P.D.: ¿Hay alguna forma elegante de poner enlaces en los comentarios?
johnny mentero
genial, eres el amo de los finales, «chapeau», gags dignos de los hnos marx… que me reio…y las fotos con que ilstras, muy chulas igualmente.
Imagino que los bosques agradecerán menos consumo de papel, pero es verdad, tiene los días contados. Creo que a partir de ahora y asignaturas en periodismo relacionadas con el uso digital deben de tener poco a poco más peso.
jesus mescua
Es cierto que los medios tradicionales en general y el periodismo en particular se hallan en caída libre, y que buena parte de la «culpa» la tiene Internet…
Pero en mi opinión, creo que existen otros factores, como la preocupante falta de credibilidad y de imparcialidad que demuestran los medios (al menos en España). Creo que las principales cabeceras de nuestro país son excelentes ejemplos de la peor prensa sectaria, sensacionalista y manipuladora, siempre al servicio de los dos principales partidos y de los intereses de los grandes grupos empresariales y financieros que esas formaciones políticas representan.
Personalmente llevo leyendo periódicos desde los ocho años, pero ya no compro ninguno excepto Le Monde Diplomatique en español, cuyos artículos siempre me parecen bien desarrollados y fundamentados, preñados de referencias.
Un saludo
Albert