16
noviembre

Víctimas y culpables

Protesta-desahucio

Protesta frente a un banco por la muerte de un vecino de la Chana que iba a ser desahuciado.

Invertir la carga de la prueba, así es como creo que lo definen los abogados.  Dicho de otro modo: el que tiene todas las trazas de ser el culpable se presenta como la víctima, alguien que no tenía otra alternativa y se vio obligado por las circunstancias a actuar así.

Pienso en eso ahora que los bancos (por ahora algunos, terminarán haciéndolo todos) se cuelgan la medallita anunciando que de momento no van a desahuciar a nadie más, que eso es una barbaridad. Ahora que hay muertos sobre la mesa, uno de ellos en Granada, es cuando caen en la cuenta. Como también caen el Gobierno y el principal partido de la oposición y lo que hasta ahora era sólo una suerte de recomendación (un manual de buenas prácticas, me parece que lo llamaron) ahora va a ser un texto legal.

Pobrecitos, los bancos. Seguramente no habían caído en la cuenta de lo que estaba pasando hasta que no vieron en los telediarios que había gente quitándose la vida. Ahora tratan de lavar su conciencia y hablan con tremenda seriedad del asunto, en tono categórico. «No se hará más», dijo uno el otro día. No, perdone, la expresión debería ser: «No lo haremos más». 

Veo en la tele a un señor al que han tenido a bien (los lectores están autorizados a que aquí les entre la risa sarcástica; a mí me entró) cambiarle el pago de la hipoteca por el de un alquiler social, que es mucho más barato. Le preguntan si está contento dando por sentado que el hombre va a decir que sí, por supuesto, que es un detallazo y que va a dar las gracias a los Reyes Magos que le han quitado el pie del pescuezo. Pero el tipo no se achanta y contesta que no está satisfecho, en absoluto. Se metió en una hipoteca de 230.000 euros para una vivienda que, según se ha enterado, no cuesta más de 55.000. «Ya he pagado con creces lo que vale», afirma, disgustado. Y con razón.

Una de las empresas periodísticas más influyentes echa a la calle a 129 trabajadores y su decisión crea un revuelo generalizado. Es lo que tiene ser líder del sector, que la gente, incluso los que no están en el periodismo, se entera de lo que haces. Cuando arrecian los reproches, la empresa en cuestión reacciona y publica en su principal cabecera (digámoslo claro, El País) un artículo en el que defiende su postura y se rebela ante lo que entiende que es una campaña de desprestigio. Viene a decir que echó a la calle a esa gente porque no le quedaba otra, pero que intentó negociar todo lo negociable, que siempre tuvo la mejor voluntad y que no hay derecho a que ahora sea tratada de esa manera, con lo guay y lo progresista que siempre fue. 

No sé qué estrategia es esa, la verdad. ¿Creen de verdad que desmantelar un periódico sale gratis, que no tiene un desgaste social? ¿No recuerdan la de veces que en sus titulares han censurado a tal o cual empresa por hacer exactamente lo mismo? ¿No sería más coherente, por vergüenza torera al menos, callarse la boca y agachar la cabeza? Pues no, parece que no. Que ahora a lo que se aspira es a que los apaleados sean además dóciles. A ti te pueden hacer todas las perrerías del mundo, pero en cambio tú no puedes alzar la voz más de la cuenta porque entonces, automáticamente, te conviertes en un alborotador, en un extremista.

No sigo porque es fácil caer en la demagogia al hablar de estas cosas, pero en esto, como en casi todo, convendría llevar a la práctica eso de ponerse en el lugar del otro. Pero de verdad, no de cara a la galería. Que por ejemplo el poderoso, de incógnito y sin chaqueta, se acercara una mañana cualquiera al Cash Converters y observara al montón de gente que está vendiendo sus objetos más preciados (y también los más cutres; allí se ve de todo) por lo que le den, aunque lo consideren una miseria. Y que recuerde, si es creyente, que en la Biblia se dice muy claramente que antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos. A ver si así espabila, coño ya.

Comentarios en este artículo

  1. La sangría de parados que padece este país solo demuestra que el tejido empresarial que tenemos es una mierda. Cuando había vacas gordas, ¿qué gestión hicieron nuestros empresarios para que ahora sólo puedan mantener un mínimo de productividad echando a la calle a sus trabajadores? Y en cuanto a la protección que han ideado los políticos para los que padecen «extrema necesidad», eso no es suficiente. Los bancos van de cabeza a comerse con patatas las viviendas con las que llevan años robándonos. Por la dación en pago ¡¡Ya!!

    Ayla
  2. La dación en pago se propuso como Ley en el Parlamento por Izquierda Unida en múltiples ocasiones, la última antes del verano, y el PP y el PSOE votaron en contra. Hace falta vergüenza y también memoria.

    Ernesto Noguerol

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